Estaba casada con Tíndaro, rey de Esparta, y su matrimonio
discurría con normalidad y sin sobresaltos. Al menos, hasta que se presentó
ante la bella Leda un no menos hermoso cisne. La joven esposa se dejó embelesar
con la graciosa ave, que en realidad era la apariencia que el astuto Zeus
eligió adoptar. La pareja no tuvo hijos, sino huevos: cuatro, para ser más
exactos, que al abrirse dieron vida a Cástor, Pólux, Helena de Troya y
Clitemnestra.
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