El rey de Argos Inaco tuvo la fortuna de contar con la
bendición de una hija hermosa, Io, tanto que Zeus terminó por enamorarse de
ella y hacerla su amante. Como Hera, que no estaba dispuesta a ser la comidilla
de los cielos, se propuso interrumpir los devaneos de su marido, Zeus decidió
ocultar a la terrenal belleza bajo la apariencia de una vaca. De su unión
nacería Epafo y los griegos fueron subiendo de categoría a la hermosa Io hasta
hacer de ella una deidad de la Luna, en paralelo con otras mitologías,
especialmente con la egipcia, en las que su representación gozaba de merecida
fama y consideración
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